Recientemente el director Manolo Caro denunció que la producción de su nueva serie original en Netflix, “La Casa de las Flores”, había sido víctima de discriminación por parte de una empresa deportiva en la Ciudad de México…
A pesar de tener el consentimiento legal para grabar en dicha tienda, una persona de relaciones públicas canceló la grabación al ver que la escena contaba con una pareja gay. Bajo la excusa de que el amor demostrado por un par de hombres es “una mala imagen para su marca, así como peyorativo”, la empresa se reservó su derecho de admisión.
En esta ocasión le sucedería a Manolo Caro, creador y director de producciones mexicanas como “No sé si Cortarme las Venas o Dejármelas Largas” (2013); “Elvira te Daría Mi Vida Pero la estoy Usando” (2014) o “La Vida Inmoral de la Pareja Ideal” (2016), sin embargo, este tipo de episodios resultan más frecuentes de lo que podamos creer.
La discriminación por parte de empresas privadas no resulta en casos aislados.
Videos de usuarios y usuarias en redes sociales han puesto en evidencia que restaurantes, librerías, cafeterías, centros nocturnos, plazas comerciales, entre otras no tienen nada de amigable con las personas con alguna orientación sexual o identidad de género diferente a la heterosexual.
Gracias a las redes sociales…
…nos hemos enterado de casos donde personas o parejas han sido “invitadas a dejar los establecimientos”, debido a que su “comportamiento no va acorde a las normas o estatutos del lugar”.
Si bien estos episodios han sido motivo de escarnio público para las empresas, las cuales se han visto obligadas a realizar disculpas en diferentes medios de comunicación, sus acciones no son motivo de sanción legal. Basta con un comunicado para “apagar el incendio” y para que el hecho se olvide al cabo de unas semanas, es decir, tienen un permiso implícito para discriminar si así se les da la gana.
Ni el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), ni la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) han levantado la voz para poner fin a estas situaciones que aquejan de manera diaria a personas de la población LGBTI.
Dónde están los discursos llenos de inclusión cuando a ojo de cientos de personas se cometen actos que atentan contra la integridad moral y física de las y los ciudadanos y que, supuestamente, están protegidas por leyes e instituciones.
Basta de omisión.
No queremos más disculpas endebles cada vez que se corra, censure o niegue algún servicio a una persona por su simple apariencia física. Queremos que las instituciones entren en vigor y que el escarnio público no sea el único que se haga presente.
Que las empresas reafirmen su “compromiso incluyente” en acciones, más allá de su discurso.
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